Una mañana tras presenciar un accidente pensó en su muerte, un asaltante, un revés, algo que fulminase su corazón..., la idea no le aterraba, le gustaba pensar en como moriría, su mente decoraba con detalles, suspiraba cuando una de sus muertes le parecía romántica.
Al día siguiente acudió al trabajo, concentrando sus actividades en sobrevivir un día más en aquel sitio tan mecánico. Por la noche acudió a una reunión de amigos y prestó atención a cada palabra, a cada gesto, a las sonrisas, de vez en vez intervenía en la charla y mencionaba algo breve, profundo y reflexivo, cómo si fuesen epitafios. Se sintió solo. De repente hubo algo vulgar en el aire que no le agradó, se levantó del sofá y salió del bar, sus amigos esperaban que estuviese afuera fumando un cigarrillo, haciendo una llamada, vomitando. Se había ido sin decir nada, estaban acostumbrados a su lejanía, a su risotada pegajosa que terminaba súbitamente sin desaparecer en sonrrisa.
Tenía novia, una chica estudiada pero poco culta, tranquila y simpática, sus paseos eran monótonos, el sexo no era algo común en ellos, él prefería ver pornografia al llegar a casa, sólo queria su compañía, la sonrrisa y el abrazo, no le importaba gastar dinero en citas y cursilerías. Decía quererla al igual que pasaba saliva. No conocía los placeres de las prostitutas. Era agradable al sexo femenino pero le aburría el trabajo de conquista, prefería a su novia santurrona y lenta que allí estaba siempre, quizá era cuestión de tiempo volverla un símil de las actrices porno con aspecto inocente, de ojos bonitos y sucias en la cama. Con ella se sentía mejor persona. Alguna vez ella desde su esperanza de convertirlo en un hombre efusivo y amoroso le habló de hijos, de vivir juntos, matrimonio, pero empezó a llover y el asunto se quedó en un charco ...
Siempre faltaba algo en su vida, en sus conversaciones con los demás, en los libros que leía y en los que no había podido comprar. Las charlas de su madre eran recuerdos de su infancia y el aborrecía ese pasado en la memoria de la vieja. No tenía padre, no le interesaba conocerle. Tenía camaradas pero al final caminaba solo en la acera rumbo al bus, era buen trabajador y sus compañeros lo consideraban ingenioso pero detestaba los halagos. Había algo que se amargaba en él. No tenía razones validas para pensar en un futuro con mujer e hijos.
Era tan solitario y no buscaba el abrazo ni el pleito. Las inclemencias le parecían nimiedades. Se enamoró muchas veces, siempre correspondido pero solía echarlo a perder. Sabía perfectamente que había algo gris en él. Extrañamente se sentía pleno en las tardes nubladas. Amaba a su familia con rigor geométrico y callado. Disfrutaba de las bromas y era buen bromista. Pretendía ser justo casi hasta la division atómica. Sabía que algo no iba bien consigo. Nada le agradaba lo suficiente, siempre todo era incompleto, su vida necesitaba algo y nada a la vez, estaba atorado en los momentos lúgubres, deshilaba momentos, unía palabras dispersas en las conversaciones, analizaba las sombras de las palabras, capturaba ecos de ideas.
Pensaba cada vez más en su muerte, en los efectos familiares de suicidarse, en el llanto ridículo de su madre, en el florista quien haría su cruz, en si su departamento seria vendible tras su muerte , en sus deudas con los bancos, en su novia gris, enlistó personas que creia que irían a su entierro. En cerrar o no la tapa de la computadora antes de colgarse de la baranda.
No sabía si guardar en pdf, en doc o imprimir este documento…
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Ilustración : Sibyá Cypsela
El Saltimbanque Décrépito es el seudónimo de Nicolás León. Un tipo al que su vanidad no le deja hablar mucho de si, pudor fetiche!. No ha participado mucho en nada o quizá poco en todo, prefiere la lejanía y las distancias, observar y tomar notas mentales para olvidarlas y que regresen a él sin acordarse de donde vienen.
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