domingo, 26 de junio de 2016

LA SIRENA

por Hugo Ortega

Cierra engañosa los traidores labios,
que como fuego crece en el viento,
Aumenta tus caricias mis agravios.
¿Qué cocodrilo, qué sirena fingida
alaba así para quitar la vida?

- Juan Ruiz de Alarcón.

LAS LEYENDAS NO SON FANTASIAS.
El café humeante se impregnó en sus labios resecos, como el pellejo de una serpiente cuando cambia de piel. Al bajar la taza se dio cuenta, que en la mesa de centro aún se conservaba con un aire de frescura aquella foto donde aparecían los tres sonriendo. Las primeras vacaciones juntos. Rebeca, Ernesto, ella y una cascada imponente al fondo ¡Cómplice de mis pensamientos! Pensó en sus adentros Beatriz. Miraba impávida dentro de su cabaña, perdida entre las montañas chiapanecas que se ocultan tras las tormentas de los días de agosto. Una gota regordeta en la ventana se deslizaba lenta, aferrándose al vidrio gélido, como el enorme malestar que sentía Beatriz aglutinarse en su vientre. Rabia mezclada con felicidad y un deseo oculto. Muy oculto como en esa gota espesa repleta de misterio, parecida al líquido seminal de Ernesto recorriendo su garganta.
Lo recordaba perfecto y de inmediato una mueca de satisfacción apareció sorpresiva en su semblante. Como la del domingo en que decidió hacerlo. Bañarse desnuda en el rio de las leyendas. Tan hermosa como Nawayomo. La sirena que reina las aguas de la región Zoque. Disfrutaba el correr del fluido trepidante entre sus muslos. Abría y cerraba las piernas para recibir los besos fríos del caudal apacible. Beatriz lamia su boca tibia, mirando hacia la copa delos árboles, donde los insistentes rayos de sol acariciaban su rostro blanquecino y el viento se guarecía entre sus pechos. Con la yema de sus dedos dibujó un nombre sobre la transparencia acuosa. El nombre de aquel que la miraba a lo lejos, escondido entre los altos encinos, mientras se presionaba la abultada bragueta.
Ernesto Barrera, amante de Rebeca, la mejor amiga de Beatriz. Ernesto, quien días antes declaro a Beatriz el gran deseo que sentía por ella. Mirándola con una obsesión de enfermiza lujuria, le decía musitándole muy nervioso - ¡No se enterara! ¡Te lo prometo! ¡Quiero tenerte, tocarte, sentir el aroma de tu sexo!
¡Rebeca fue solo el pretexto para llegar a ti!

-¡Seguro que nadie se enterará. Mis labios jamás sollozaran nuestro secreto! La voz de Beatriz se advertía dulce y en complicidad con la propuesta, volviéndola a repetir ese mismo domingo en que lo citó en el río. Ernesto la besaba frenético, con una desesperación inusitada devoró su cuello, Ernesto desnudo. La mitad de sus cuerpos era penetrada por millones de litros de líquido, encallándose en cada uno de los resquicios de Beatriz, de donde salía un jugo caliente que se confundía con el raudal cristalino. Nunca dejó de mirarlo, mientras que de su boca emergía el órgano ajeno, bañado de la saliva cálida de Beatriz, “La mejor amiga”. De Ernesto nació un alarido que hizo volar el ciento de aves que presenciaban el secreto de ambos.
En el pueblo llovían los rumores semanas después y el miedo reinaba entre los hombres infieles. Nawayomo volvió para hacer justicia decían las mujeres. La sirena de la vagina dentada. La profecía se cumplía después de tanto tiempo. Encontraron el cuerpo de Ernesto completamente desnudo en estado de descomposición, enredado entre los manglares. Con el miembro viril cercenado.
Beatriz sorbió el último trago tibio de café, sin perder detalle del trayecto de la gota espesa entre los lindes de la ventana. Al fin desapareció de su vista. Tocaron la puerta ¡Debe ser ella! Rebeca entro cabizbaja. Se quitó el impermeable y lo dejó sobre la mesa de centro vacía, tanto o más que su alma. Beatriz miró que portaba un hermoso vestido negro de encaje, el bello cuerpo lleno de luto hizo dilatar sus pupilas. Tomó una manzana roja y le dio una gran mordida. Inmediatamente se la ofreció a Rebeca, quien delicadamente brindó un mordisco. Ambas se miraron y se abrazaron. Beatriz la besó en los labios y le musitó al oído que jamás nadie le volvería hacer daño. -¡Las leyendas no son fantasías Rebeca!-.






No hay comentarios:

Publicar un comentario